martes, 1 de diciembre de 2009

Paraísos instantáneos.

Hay cosas que nunca cambian. 
...

Ahora recuerdo como solía recorrer este denso camino,
sonriendo o intrigado. 
Lentamente sentía la presencia de su grandeza,
inspiraba temor, pero también me arropaba mientras continuaba caminando.

A lo lejos se podía observar esa vieja casa al lado del sendero,
cubierta por una gran cantidad y variedad de arboles,
hojas con diferentes tonalidades,
flores con infinidad de olores,
sonidos uniformes como una serenata a la vida. Un canto al tiempo.

A medida me acerco a ese viejo montón de madera,
desgastado por la crueldad del olvido,
como quien implora un respiro.
A medida me acerco a ese viejo lugar en donde me divertía hace mucho tiempo.

Pareciera que siempre regreso a este lugar en otoño,
las hojas caídas cubren como un manto atípico ese pequeño lago.
Recuerdo que siempre tuve miedo a sus aguas verdes y profundas,
ahora que regreso sigo sin atreverme a mirar de cerca.

La vieja cabaña continua deshabitada,
guardando los misterios de un lugar mágico y escondido,
de ese lugar en el que no parece transcurrir el tiempo,
pero continua envejeciendo a ritmo lento.

Los sonidos de mis pasos al caminar sobre sus antiguas tablas
despiertan todos aquellos momentos de mi infancia,
cuando venía seguido a jugar aquí. 

Y al llegar la tarde,
completamente agotado, subía a la terraza
y sentando en la única silla del lugar
contemplaba ese hermoso paisaje,
solitario, abandonado.

Aun recuerdo como soñaba,
admiraba ese hermoso paisaje...
disfruté del aroma que despiden las flores,
caminé por ese sendero interminable, hasta que llegó la hora de retirarme.
Ahora como hace años regresé, y me alegro de haberlo hecho.

Aunque solo sea un viejo y sucio cuadro en la sala de mi casa. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario