domingo, 14 de marzo de 2010

En tercera persona: Lecciones de fe.

No, no creo en seres supremos. Eso no me impide creer que aún existen humanos.
...

Me gusta pensar que el destino existe en algunos casos, al menos es la forma de divertirme en el camino de regreso a casa.

En la primera linea del bus, escogido al azar un par de segundos antes, se encontraba una mujer de respetable edad, sobretodo en este país.
Su cabello hecho una maraña, esas delgadas lineas blancas que lo atravesaban demostraban algo más que tiempo, con un cuerpo firme, mirada profunda y en sus manos una vieja biblia color azul.

Al entrar observé que podía tener varios minutos sumergida en lo que parecía un monólogo ante la indiferencia de los demás pasajeros.
Tomé asiento un par de lugares más atrás, me dediqué a mirar por la ventana, pero atentamente escuchaba cada palabra, cada oración, cada plegaría que la dulce mujer repetía. Sí, repetía.

Al terminar la lectura del Salmo 27, si no me equivoco.
 "Y aunque contra mí se levante guerra,
yo estaré confiado."

Pidió a cada uno que elevara sus manos e invocará al creador, para pedirle su perdón y su bendición.
Pero nadie le prestó atención, ella continuó sin darle importancia.
Al terminar sonrió y tomó asiento.

Por unos momentos pensé que eso sería todo, hasta que, en la siguiente parada entró uno de los vendedores de objetos variados, religiosos o simplemente de esos con frases bonitas y trilladas.
La señora se llevó las manos a la bolsa y compró varios. Así que quede. Varios.

Se levantó de su asiento, se dirigió al conductor y le entregó uno de esos objetos sencillos, el pobre ignorante ni siquiera la volvió a ver.
La mujer siguió caminando, me miró de una manera tierna y me entregó un separador.
Quizá ante mi cara de asombro ella decidió ayudarme a buscar las palabras de la siguiente manera:
 - "Es sencillo, pero dios agradece que me hayas escuchado." 
Lo tomé con cuidado, dudando y con mil pensamientos en mi cabeza.
Después de un gracias, sincero, pero tan insignificante comparado con la acción de la grandiosa señora, sonrió y siguió su camino.
Al dirigir la mirada hacía atrás, ella ya no estaba en su asiento, no sé en que momento bajó del bus o si mi imaginación juega conmigo.

En el separador se lee:
 "Proverbios 21:13
El que cierra su oído al clamor del pobre, también él clamará y no será oído."

[El mismo que solía leer en el calendario de 1997 en la entrada de mi cuarto.]

Sigo sin creer en seres supremos y en el destino.
Pero al menos los humanos no están extintos.

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