jueves, 1 de octubre de 2009

En tercera persona: Lecciones de conquista

Porque reírse de los demás... Es aun mejor.
...

Mientras esperaba que mi hermana saliera de clases, tuve el privilegio de observar un espectáculo digno de enmarcar.
Una señorita se sentó a mi lado, le calculo 28 años, delgada, no muy alta, piel morena y para evitar rodeos es la típica mujer que suele llamar la atención. Sin darle importancia continué desperdiciando mi tiempo con mi mente perdida, vagando en océanos de ideas estúpidas.
En la otra banca, un señor de avanzada edad, de nuevo con mis cálculos, entre 70 y 75 años.
Su mente también estaba perdida, vagando entre los voluminosos campos de la mujer a mi lado.

Pasaron algunos minutos sin nada especial que recalcar, hasta que con movimientos torpes y nerviosos, se levantó de la banca y aun con duda en sus ojos pero con la determinación que a esa edad se pueda acumular, caminó despacio, no se si repasando que decir o hacer, pero se empezaba a poner interesante.

No alcancé a escuchar la frase que utilizó para romper el hielo. Pero funcionó por un momento.
Y aunque al principio fue incomodo estar escuchando una conversación ajena, no quería desperdiciar la oportunidad.
La señorita se presentó con el nombre de Tania, el de él no lo escuche, así que le diré Juan. Don Juan.

Al principio la conversación se desvió en comentarios trillados e ideas filosóficas tan rebuscadas que derivó en un silencio incomodo. Don Juan había perdido el primer round.
Se levantó lentamente, pensé que se se retiraba derrotado, pero regresó con una botella con agua y unos dulces. Comenzaba el segundo round.
No se si en verdad esperaba conquistarla o al menos atraer su atención y así lograr 15 minutos de gloria para luego presumir frente a sus demás amigos.
Los dulces sirvieron como un enlace para retomar la antigua conversación y Don Juan estaba decidido a terminar esto en el segundo round. Sin perder tiempo retorno a su pasado heroico en donde su virilidad y convicción lo convertía en el macho alfa y la verdad funcionó, la atención de la mujer era totalmente suya, sus ojos expresaban un deseo de querer escuchar más y sus manos demostraban cierta intriga por las historias relatadas.

Pasaron 20 minutos y las historias eran cada vez más y más falsas, Don Juan de verdad deseaba atención, aunque eso implicara narrar de cuando estuvo en la luna y cuando luchó en la 3º guerra mundial. Era digna de admirar su habilidad para improvisar situaciones extraordinarias hasta en momentos sencillos. A algunos nos toca intentar que momentos sencillos no pasen a ser situaciones extraordinarias.

Ya tenia suficiente atención si eso buscaba, y los 4 ya no cabíamos en la pequeña banca. Si, 4: Tania, Don Juan, su enorme ego y yo.
Y ya no tenia caso seguir ahi sentado; Sin querer Don Juan me demostró que la vida nunca dejara de sorprenderte.
Exacto.... nunca dejara de hacerlo, por que no había terminado de idolatrarlo cuando cometió uno de los peores errores frente a una mujer.
-... Si niña Sonia, tiene razón.- y se sentenció a si mismo.
La mujer con una sonrisa, aun más fingida que las historias que le acababan de relatar, le dijo con un tono suave: -Tania.-
Y un largo y frío silencio empapó los siguientes segundos.
La expresión en el rostro de Don Juan literalmente: "no tiene precio."
De esa manera terminó una demostración de coraje sorprendente.
Me levanté intentando ocultar mi risa, al menos frente a ellos.
Y luego pensé: "Que bueno es cuando estas cosas no me pasan a mi."

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