sábado, 14 de noviembre de 2009

Salida improvisada y parkour a mediodía.

Si me concedieran 3 deseos pediría: Ser un poco más normal, tener mejor suerte y una botella con agua.
...

Esperando que 2 respuestas negativas hicieran un sí, continué pidiendo permiso. 
No funciona así.
Desesperado pero con libertad casi total decidí hacer caso omiso a las previas advertencias y condiciones. Se hacía tarde y ya no me importaban las consecuencias.
¡Qué raro!.

A pocos segundos de salir de mi casa, grandiosas coincidencias,  recibí una llamada de quien menos esperaba. 
- "Yo te paso a traer. Llego en 5 minutos."-
El día no va tan mal, pensé.
15 minutos después me encontraba frente a ese edificio de colores y formas abstractas,
frente a tan anhelado destino.

Subí lo que pareció ser una infinidad de gradas, 
y al lado de una bola roja con sillas esperé, algunos lo llaman arte. Pero que sé yo de eso.
Mientras esperaba, una mujer con cara de pocos amigos, o ninguno, no dejaba de observarme.
Así que intente desviar su atención, y lentamente aprecié el arte de las sillas y la bola roja. 
Sigue sin parecer arte para mi, pero ella no debía saberlo. 

La razón de todo lo que había pasado esa mañana bajaba lentamente las gradas. Sí, más gradas.
Y no importa si su paso era apresurado, me gusta jugar a que el tiempo se detiene cuando estoy a su lado. 

Momento incomodo, un salón lleno de personas desconocidas pero en cierta forma agradables.
Olor a lienzos bañados de imaginación y talento, trazos de colores vivos y burlas pintorescas. 
Sí que estaba fuera de lugar.
Y aun intentando inútilmente adaptarme, seguí el juego.
Después de todo no estaba ahí por ninguno de esos extraños. 
Luego de un par de canciones y comentarios que no entendí era hora de irme. Pero había disfrutado tanto esos 34 minutos y 17 segundos.

Bajé otra infinidad de gradas pero ahora con una energía que aun no comprendo de donde salió.
Sonreía y cantaba hasta que de nuevo la señora de la entrada me miraba con cara de querer acabar con mi canto estúpido. Continué tranquilamente. 
Al bajar por fin la enorme cantidad de gradas y como si alguien disfrutara haciendo que me pasen cosas tontas, llevé mi mano a mi bolsa. Había olvidado algo. 
Subí las gradas, la mujer me siguió con su mirada asesina y además ya tenia un aliado. 
Y lo que pasó después son recuerdos borrosos. 

Hoy si, bajo el sol de mediodía era hora de volver caminando a mi casa. 
No parecía buena idea. Y lo comprobé.
Pero aun desbordando de energía de procedencia dudosa quería aprovechar para cumplir mi sueño. Parkour.

No, no lo hago bien y nunca antes lo había intentado pero me encanta saltar. 
Y con cierta vergüenza salté un pequeño arbusto. No es tan malo. 
Y sin importar nada más seguí saltando todo lo que estuviera frente a mi, pequeños botes de basura, sillas, muros y hasta una moto. 
Fue divertido y quizá ya no pueda volver por esa zona nunca.

Aun falta la mitad de mi camino y saltar dejaba de ser divertido. 
Tenía sed y mi gripe no ayudaba mucho. 
Bajo la misma regla aplicada horas más temprano dije:
Si continuo saltando se me quitara. Ni yo creí esa estupidez pero era mejor mentirme que pensar en agua.

Y saltar dejo de parecerme una buena idea luego de buscar en mis bolsas monedas para comprar agua o para tomar un bus y evitar caminar tanto. Ni una ni otra. 
Al menos alguien encontrará 90 centavos y podría comprar una botella con agua.

Ese alguien que disfruta viendome en situaciones tontas y poco afortunadas se burlaba de mi. Me pregunto si seré yo mismo. Lo más probable es que sí.  

Logré llegar a mi casa, 5 segundos después y hubiera muerto. No por la sed sino por un factor llamado: Madre.
Aun con una sonrisa y bañado en sudor me pregunté:
¿Y los tres deseos?....
Ahora que lo pienso solo quiero la botella con agua. 

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