lunes, 2 de noviembre de 2009

Llanto terrenal.

Recordamos a quienes se han ido una vez al año. 
¿Cuántas veces recordamos a quienes aun siguen aquí?

...

Sentada frente a un parque de gran concurrencia.
Su cara agrietada, erosionada por la brutalidad  del tiempo,
manos temblorosas pero con un alma que guarda mucho más coraje del que se puede imaginar.

Con la mirada cansada, pero atenta,
con la frialdad que solo un ser tan cálido puede tener.
Con un cuerpo tan frágil pero capaz de soportar todo el peso de su larga vida. 

A su lado una pequeña canasta, llena de dulces,
de muchos sabores, con muchos colores...
impregnados de sueños, recuerdos y quizá un par de emociones.

No importando el ruido que la rodea,
continua su silenciosa plática con la soledad,
a veces se une a ellas la melancolía... 
mientras la felicidad sostiene su mano.

Decenas de personas pasan a su lado,
cargando flores y con una mirada como anhelando el pasado.
Caminan con paso apresurado.
Y es que romper con la tradición es casi pecado, 
de 365 merecen al menos uno. Al menos uno.

Y ella sonríe feliz,
A pesar de no estar rodeada de margaritas, 
su familia no esta reunida en torno a ella,
y nadie celebra con el consumismo típico que baña este día.  Sonríe como cualquier persona que ha encontrado el significado de la vida, ese secreto tan buscado, pero tan bien escondido.

El agua comienza a acariciar su rostro,
como una ofrenda de la vida,
desorientada eleva sus manos al cielo para cubrir inútilmente 
las primeras gotas que caen. 
Quizá simulen su llanto... 
sus lagrimas de agradecimiento por pertenecer un día más al mundo de los olvidados.
Por pertenecer solo un día más. 

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