...
Y no estaré al amanecer.
Caprichosos e inagotables segundos recorren su camino,
la oscuridad de la noche parece consumirlos, sin resultado alguno.
Débiles nubes abrazan la agonia que cada suspiro guarda,
la melancolia de recuerdos y esperanzas.
Esta noche se contemplan más estrellas de lo normal,
pero por simple costumbre, duele al cielo mirar
resignandote a detalles mundanos, detalles terrenales.
A lo lejos se escucha una opaca sinfonía, un ténue silvido,
mientras el viento cobija tu inseguridad, mientras te escondes tras la verdad.
El tiempo sigue su marcha.
Poco a poco todo lo que te rodea se torno gris. Ahora pides ayuda, ahogandote en tu propia soledad.
Y el frio de la noche quema tu ropa
y con ello fragmentos de tu vida, personas olvidadas o simplemente incomprendidas.
Cenizas cubren lo que fue una noche perfecta,
pequeñas gotas de lluvia comienzan a lavar tus heridas.
Y extrañas la sinfonía que acunaba tus noches, que a pesar de todo no dejaba de sonar.
Y el tiempo sigue sin darte tregua, avanza y sin aviso, silencioso te condena.
La noche lentamente llega a su fin, no sin antes darte otra oportunidad de apreciar su belleza,
llenarte con diferentes olores, refrescarte con su rocio, cálido, reconfortante.
Y parece no tener sentido.
Tomas las cenizas y las lanzas al aire,
juegas con escombros, sigue sin importarte.
Sin entenderlo, confundidas,
tiritan las estrellas,
derrotadas por una rosa, ni siquiera la más bella.
Llora la noche y el viento no es más que un lamento de lo que nunca fue.
De lo que nunca será.
No hay comentarios:
Publicar un comentario